
Aún así, no pude dejar de buscar inconscientemente un algo o un alguien que me mostrara mundos subterráneos, metafóricamente, o no tanto. Años más tarde, dilucidé que esa búsqueda hacía parte de una negación infantil de seguir una línea esperada y prevista en la formación de mi vida. Me negaba a aceptar que podía prever mis pensamientos o acciones futuras. Preverlos, según esa chica que era yo entonces, significaba que carecían de trascendencia y que sólo se trataba de pensamientos inculcados por algo o alguien externo. Yo no quería eso. Buscaba que la vida me sorprendiera. Y así fue. Puede parecer una contradicción extrema andar buscando una sorpresa, pero para mí lo fue rotundamente aquel día que entre asfalto mojado y una ciudad monocromática, mi Yo más recóndito, aquel intangible pero todopoderoso deseo oculto, se propuso como reto mayor exprimir aquella mente, aquel misterio para mis sentidos que era aquel...
No hay comentarios:
Publicar un comentario