
Si hoy yo me hubiera despertado a tu lado, habría abierto los ojos sin moverme, y sin moverme hubiera dirigido la mirada hacia las persianas bajadas a través de las cuales entrarían puntitos de luz. La ventana estaría medio abierta, y esta mañana luminosa se colaría en nuestro espacio a través de un aire fresco pero no frío, un aire que se lleva lo viejo. Tu brazo interminable estaría cruzado sobre mi cuerpo, abrazado inconscientemente durante el sueño... pero el saber que ese peso inconsciente seguiría ahí, incluso con más fuerza, al abrir tú los ojos me bastaría. Notaría tu respiración y el calor intensísimo en aquellos puntos de contacto entre tu cuerpo y el mío... una rodilla que roza mi pierna, tu pecho contra mi espalda. Y en estos puntos empieza la soldadura, de pronto nuestros espacios privados se funden y fluyen entre tú y yo y aunque desde fuera seguimos siendo dos, sabemos que en otro plano más allá del físico sólo somos uno.
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